Artigas merece un buen gobierno

No perdamos de vista la realidad de Artigas mientras criticamos la actitud execrable de quien tan solo blande las miserias y azuza miedos para conquistar un espacio de poder.


La apertura de mezquitas en la ciudad continúa siendo una herida abierta. La presión migratoria de diferentes procedencias, en especial los colectivos musulmanes, en determinados barrios de la ciudad los ha convertido en un hervidero de suspicacias y de rechazo a los nuevos vecinos.

Barrios como Artigas, poblado desde antiguo con personas que se conocían desde siempre y con casas de pocas alturas han realizado cambios drásticos. No hay más que pasearse por sus calles para darse cuenta de este cambio. Tiendas de comestibles, peluquerías, locutorios… regentados por inmigrantes en buena parte, se abren a ambos lados de las calles, siendo representativa de esta transformación el carrer de Xile, arteria semipeatonal que comunica Sant Roc por un lado y por el otro hace de frontera con Sant Adrià de Besòs. Vecinos antiguos y nuevos se combinan en calles y en escaleras.

Muchos de los antiguos moradores del barrio han ido dejando sus viviendas y trasladándose a otros lugares de la Ciudad o a otras colindantes. Artigas no es el mismo y probablemente exageran aquellos que dicen que se ha convertido en un gueto, pero ¿Cuánto tiempo tardará en serlo si no se actúa de forma contundente para evitar la huida de muchos de los vecinos que aún se resisten a marchar o simplemente no les queda otro remedio?

En nuestra ciudad a lo largo de los tiempos se abrieron iglesias y en tiempos no tan lejanos nuevas iglesias o templos de confesiones cristianas que por llegar con los barrios ya formados les ha sido muy difícil aspirar a edificios singulares de oración. Ahora con la nueva oleada de creyentes del Islam nos encontramos con un problema que siendo de difícil encaje, no queda más remedio que buscarle las soluciones más adecuadas a las nuevas demandas.

Hasta hoy la apertura de una mezquita se ha seguido de las protestas vecinales que rechazaban en su entorno tales servicios religiosos. El problema es que no hay espacios donde poder ubicar oratorios con un mínimo de garantías para todos, para los que van a rezar y para los vecinos a los cuales no les suponga una incomodidad o una molestia. Y las mezquitas u oratorios han de estar donde están sus fieles.

Se proponen alternativas, que no son descabelladas aunque si onerosas, como la adquisición de locales o naves en las zonas industriales de la ciudad que facilitarían el poder acomodar a grandes multitudes y no suponer una molestia para los vecinos de los pisos superiores. Porque según parece a la hora de criticar a los vecinos no se tiene en cuenta las molestias a los que viven en el mismo bloque o adyacentes. Sea el oratorio musulmán o cristiano.

Por tanto aquí subyacen dos “inconvenientes”: los recelos ante lo extraño y la incomodidad que se provoca a los vecinos.

Existe una normativa insuficiente a la espera de la nueva ley que regule los espacios dedicados a centros de culto, por ello los criterios de apertura se siguen ateniendo a la normativa que hace referencia a los locales de concurrencia pública: es decir, la misma que afecta a discotecas por poner un caso bastante significativo.

Hoy los musulmanes de Artigas y Sant Roc se reúnen para orar en una plaza pública. No sé hasta que punto eso es tolerable de forma indefinida ya que supone o puede considerarse una apropiación de un espacio público para uso particular. Opción que ofrece a los vecinos de Artigas, por otro lado, una sensación de ocupación.

Hay que dar soluciones. Crear pequeños oratorios es una opción transitoria pero no definitiva para solucionar un problema de multitud de fieles de una confesión.
¿Que solución puede ofrecer la nueva mezquita que se pretender abrir en la calle Santiago con apenas capacidad para una centena de fieles?
No es una solución definitiva. La única es que puedan abrirse centros con mayor capacidad o abrir nuevos oratorios en diferentes barrios de la ciudad que aligeren la presión previsible sobre los únicos y exiguos existentes.

El PP viene utilizando el problema de la inmigración con pingües beneficios. Ya lo hizo con la situación existente en el Barrio de la Salut en la pasada campaña electoral. Y vuelve a hacerlo nuevamente. Lo considera un filón. Incluso, por lo leído, se empieza a interesar por nuestra ciudad el partido xenófobo de Plataforma per Catalunya. Cuando este tipo de intereses se hacen patentes no podemos ser tan simples y considerar que se trata tan solo de un problema auspiciado por el PP. Existe un aprovechamiento, sí.
Pero no podemos, no debemos hablar, opinar o acusar con la misma ligereza y simpleza utilizada por el PP. Estamos hablando de un problema que de no tomarse en su justa medida y seriedad puede llevarnos en un futuro a importantes conflictos. Recordemos los pasados en barrios de los extrarradios de Paris.
No simplifiquemos a la hora de acusar a todos por igual, al PP y a los vecinos porque unos instrumentalizan el problema en su beneficio mientras que los otros lo viven. No criminalicemos el miedo, la agitación por la incertidumbre de unos vecinos que ven como su barrio cambia rápidamente y que son incapaces de asumirlo y adaptarse a él a la velocidad que lo hacen los nuevos llegados.

Convendría, por otro lado, que aquellos que tan ligeramente juzgan la situación en estos barrios y a sus moradores hicieran un viaje de acercamiento a la realidad social de este vecindario y apreciar las diferentes visiones y percepciones que se nos presentan al pasear por el Carrer del Mar o por el Carrer de Xile. Luego, con tranquilidad, meditar en los sentimientos interiores de las personas que allí conviven con la diferencia y las maneras que adoptan para conllevarla. Entonces, quizás, entenderemos y comprenderemos actitudes y planteamientos tan dispares como las que en los últimos tiempos se están dando en esa barriada tan antigua y emblemática llamada Artigas.

No perdamos de vista la realidad de Artigas mientras criticamos la actitud execrable de quien tan solo blande las miserias y azuza miedos para conquistar un espacio de poder.




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