La violación, ¿fuera del Código Penal?


2009 años después del nacimiento de Jesús de Nazaret, me pregunto: ¿Cómo la Iglesia ha podido llegar hasta nuestros días? Y la respuesta no es otra – a mi entender- que el miedo y el poder que siempre ha ejercido sobre sus fieles (obligados).

Semana sí, semana no declaraciones a la prensa de los obispos, cardenales y demás jerarquía de la Apostolica y romana Iglesia nos sorprenden por su visión extemporanea -o extraterrestre- sobre un sinfín de temas, la mayoría relacionados con el sexo -les inquieta el sexo.

La última es el artículo en la revista Alfa y Omega, revista del Arzobispado de Madrid que se distribuye los jueves con la edición madrileña del periódico ABC, donde teorizan sobre la similitud entre la píldora del día después y la justificación de la violación.

"Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal"

"Ése es el ambiente cultural en el que vivimos, y, sin embargo, la inmensa mayoría de los españoles consideraría una aberración que se sacara la violación del Código Penal, aunque, a sólo cien metros, uno tuviera una farmacia donde comprar, sin receta, la pastilla que convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute"

Reconozco que cada día se me hace más difícil utilizar calificativos a las opiniones y directrices que marca la Santa Madre Iglesia. No me cabe más que pensar que se han vuelto locos o simplemente que pretenden volvernos a los demás. Pero acto seguido me digo: ¿y a mí que me importa lo que digan o dejen de decir estos cutres señores? Pues no no me interesa, pero... si me importa porque me afecta. Porque no se trata de estos señores solo, sino que detrás de ellos hay un importante número de seguidores con poder que acatan a pies juntillas las “enseñanzas” de estos maestros y maniobran e instrumentalizan las opiniones y a medios de comunicación para generar un debate falso y una presión sobre un Estado que no les gusta como está diseñado por mucho que su máxima ley (la constitución) les favorezca descaradamente.

Empieza a ser agobiante esta permanente presión sobre los que no pensamos como ellos y empieza también a ser necesario un replanteamiento de la definición que la constitución hace del Estado. Debe ser laico. Laico y punto. Y dejar en la esfera de lo personal las creencias de cada cual por muy absurdas y retrogradas que nos parezcan. El Estado debe dejar claro quien define las reglas de juego de TODOS los ciudadanos y el gobierno, a su vez, debería dejar de dar cancha a una confesión religiosa que se ha convertido -siempre lo ha sido- en una rémora para la libertad de los ciudadanos.

Contra el aborto, violacion
Despenalizar la violacion



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